REDACCIÓN DELAZONAORIENTAL.NET
Por: Walter Ghedin, médico psiquiatra y sexólogo
Desde niños la construcción de la sexualidad se ve atravesada por condicionantes externos. Los padres, la escuela, el medio en general, son influjos potentes que rivalizan con las fuerzas internas del instinto tratando de llegar a un acuerdo que sea viable para la expresión adulta de los deseos sexuales. En tiempos de liberación y exposición de cuerpos desinhibidos, donde el sexo se muestra con audacia en los medios y en las redes sociales, parece difícil pensar que en la intimidad no ocurra lo mismo. Y sin embargo, los miedos hacen presa a muchas personas que no se atreven a mostrar la desnudez por excesivo pudor, rechazan algunos contactos, o bien evitan tener relaciones sexuales en forma persistente y recurrente.
El sexo público, aquel que nos ofrece los medios y la virtualidad, se aleja cada vez más del comportamiento erótico de la intimidad. En “la cama” siguen apareciendo los mismos miedos, anclados en la historia personal, en cuestiones vinculares (de pareja) y en la exigencia del rendimiento impuesto por la “vara” (generalmente alta) de la performance según la medida del sexo público.
Encontrar el estilo sexual
Sentir ansiedad o miedo a la experiencia erótica, sobre todo en los comienzos de la relación, es algo frecuente. Las personas (y los cuerpos) necesitan conocerse, crear códigos de unión que sean satisfactorios para los dos. Se puede contar con un saber previo, tener experiencias de relaciones pasadas, pero cada pareja debe buscar su propio estilo de funcionamiento; es más, una vez que se lo encuentra debe ser flexible para incluir modificaciones y no caer en la rutina. Es frecuente escuchar cómo la predisposición cambia cuando la relación “pinta” de ocasional a diferencia de aquella que comporta algún tipo de compromiso.
La desinhibición aparece cuando no hay nada que explicar después, solo es disfrute. En cambio, cuando se piensa en la continuidad de la relación, los cuerpos se aprestan a mostrar cierta corrección que puede condicionar en forma negativa la libre dinámica erótica. Todavía hay mujeres que piensan que si muestran lo que sienten, piden lo que les gusta, o se mueven al son del placer, serán tildadas de “liberales”, demasiado sexuales”, o instarán a los hombres a estar a la altura de sus requerimientos. Los hombres no se quedan atrás con sus condicionantes: ellos como machos deben complacerlas, tener el pene bien dispuesto (y erecto durante todo el encuentro), penetrarlas y hacerlas gemir de placer. Tanto en uno como en otro caso las representaciones de cómo tiene que ser la relación se impone a la libertad que debería mover el sentir y el accionar de cada uno de los cuerpos.
¿Calientes o ansiosos?
Hay personas que sienten vergüenza porque no están conformes con su cuerpo o con partes del mismo, lo ocultan o no permiten que se “toquen” algunas zonas que consideran defectuosas. Otras se limitan en sus movimientos o expresiones por temor a “qué pensará de mí” si me muevo, gimo o pido que me haga cosas que me gustan. En los hombres la presión por tener el pene erecto y el rendimiento viril son factores suficientes para no entregarse de lleno a la relación y así, en forma inconsciente cumplen con la profecía: el pene pierde la erección.
Es tan fuerte el influjo del miedo que coarta las funciones sexuales y el acceso al placer. Cuando hay ansiedad y miedo el placer queda relegado, se intenta acceder a él pero el miedo lo impide. Pensamos que estamos calientes, pero en realidad estamos ansiosos, tratando de cumplir con las exigencias internas más que en disfrutar.
Las fobias sexuales
Las fobias sexuales se caracterizan por un comportamiento aversivo que impide el desarrollo de la función sexual. El miedo, el asco, el rechazo, o la aparición de ideas intrusivas, preparan al cuerpo para una situación amenazante que hay que evitar. La anticipación o la insinuación de un contacto erótico despierta sensaciones desagradables que nada tienen que ver con el disfrute. La persona sufre, con el consiguiente deterioro en su vida personal y de relación. En algunos casos la ansiedad es tan fuerte que puede desencadenar un ataque de pánico (sudoración, taquicardia, falta de aire, sudoración, náuseas, vómitos, lipotimia, etc.) La prevalencia es de un 1,6 % de la población general y es más frecuente en mujeres.
Tipos de fobias sexuales
El objeto fobígeno (aquel que despierta la fobia) puede variar, pero la conducta de rechazo es la misma. Kaplan (pionera de la sexología moderna) describe 12 situaciones específicas:
1) A tocar o acariciar el cuerpo (especialmente pechos, pezones y muslos).
2) A mirar los genitales (los propios o los del compañero/a).
3) A tocar los genitales de la pareja.
4) A besar (los pechos, la boca, los genitales).
5) A la penetración vaginal (a ser penetradas con cualquier objeto o solo con el pene).
6) A las secreciones sexuales y olores (semen, secreciones vaginales, aliento).
7) A la excitación sexual (propia o de la pareja).
8) Al orgasmo (perder el control).
9) Al sexo oral (dar o recibir)
10) Al embarazo.
11) A contraer una enfermedad sexual.
12) A la desnudez del cuerpo propio o del partenaire.
Causas y consecuencias
Las causas de las fobias sexuales son múltiples: educación restrictiva, creencias religiosas, normativas culturales rígidas, experiencias traumáticas de abuso sexual, violencia de género, personalidad fóbica o temerosa, sentimientos de inferioridad, ansiedad social, miedo a la crítica externa, a ser avergonzado.
También pueden limitarse a la creencia de padecer algún problema físico, ejemplo: síndrome del pene pequeño, o a exacerbar un problema existente, ejemplo: sobrepeso, acné, psoriasis, hirsutismo (vello corporal en las mujeres); sudoración, ginecomastia (crecimiento de las mamas en el hombre), etc.
Las personas fóbicas pueden sentir deseo sexual y ganas de superar el problema, sin embargo el miedo les impide afrontar la situación erótica. Es frecuente que los sujetos sexofóbicos suplanten las fantasías sexuales por fantasías de superación (se imaginan haciendo en un futuro lo que ahora no pueden hacer). También toman como referentes a modelos sexuales externos que se convierten en ideales: “quisiera tener el cuerpo como tal persona” o quisiera tener la labia y la audacia para encarar como fulano”, o se reprochan: “si ese/a puede con ese cuerpo, ¿por qué yo no puedo?”.
Tratamiento de las fobias sexuales
Ante todo es necesaria una evaluación exhaustiva para descartar las posibles causas y orientar el diagnóstico de la fobia específica. El abordaje tiene como objetivo la superación de los miedos y restablecer así la función sexual y la estima personal. Las técnicas cognitivo conductuales y los tratamientos sexológicos ayudan al sujeto a afrontar la situación temida y frenar así la restricción que se provoca en su vida de relación. En algunos casos se requiere medicación para bajar los altos niveles de ansiedad, sobre todo cuando aparecen ataques de pánico o conductas fuertemente aversivas. Cuando la personalidad es temerosa existe una predisposición de base para que asienten los síntomas fóbicos, en este caso el tratamiento debe encarar los aspectos más profundos que dieron origen a esa personalidad. Cuando la violencia de género o de problemas vinculares es la causa de la fobia el tratamiento de pareja puede ser lo indicado.