Por: Sandra Aguja
¿Alguna vez te has negado a hacer algo? ¿Te has revelado contra alguien porque no te gustó su argumento o su actitud? Seguramente la respuesta es sí, y tal vez no en una sino en varias oportunidades.
Lo mismo le pasa a los niños, sobre todo cuando son más pequeñitos y quieren hacer siempre su santa voluntad, sin importarles si su “contrincante” es su mamá, su papá, un abuelo, el vecino…
Es cuando surgen los reconocidos y no tan deseados berrinches, cuyos protagonistas son la gran mayoría de niños, especialmente los que se encuentran entre uno y tres años de vida. Como a esta edad el desarrollo del lenguaje verbal no es muy avanzado y se sustenta en pocas palabras, recurren a pataleos, alaridos, llanto, tiradas al piso e, incluso, golpes para manifestar su descontento con determinados mandatos, negativas o frustraciones.
La neuropsicóloga Ana María Lora afirma que para saber porqué un niño reacciona de esta forma se debe identificar primero si existe alguna razón de base cognitiva o de neurodesarrollo. “No contar con el lenguaje suficiente para expresarse, inmadurez sensorial, es decir hipersensibilidad al ruido, estímulos táctiles, etc., inflexibilidad y dificultad para adaptarse al cambio de ambiente, de juego, de rutina o de comida, entre otros”, son algunos motivos que desencadenan en pataletas, indica la especialista.
Asegurarse de que se alimente, duerma y descanse bien para evitar el mal genio, implementarle rutinas con las que asimile cuáles son los comportamientos apropiados en cada momento y espacio, enseñarle a tomar sus propias decisiones sin que se vulnere tu autoridad, estimular sus destrezas y habilidades y servir de buen ejemplo en todo momento y bajo toda circunstancia, son estrategias óptimas para disminuir las posibilidades de rabietas en tu hijo.
La buena noticia para ti es que las pataletas generalmente se reducen en cantidad después de los tres años, pero mientras tanto tendrás que lidiar con estas. Y aunque te cueste creerlo, hay diversas tácticas eficaces, tal vez no para erradicarlas, pero sí para limitarlas y aprender a controlarlas.
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Ante un berrinche de tu hijo lo primero que puedes hacer es respirar profundo y actuar con tranquilidad, si te alteras no estarás en capacidad de tomar sabias decisiones y, por el contrario, complicarás las cosas. Si no recuperas la calma inmediatamente, es mejor alejarte de tu hijo un instante y volver a intentarlo cuando los dos estén más serenos.
Entretenerlo es otra salida, siempre y cuando no te dejes coger ventaja y lo hagas tan pronto de señales de una pataleta. Para ello, acércale un juguete u objeto de su preferencia, invítalo a pasear por el parque o invéntate una actividad que sepas que llamará su atención. Otras recomendaciones efectivas para prevenir dicho comportamiento o actuar si se presentan están a tu alcance:
Hay que ceder: La respuesta no puede ser siempre “no”. Accede ante pedidos sensatos y ocasionales, y reconoce los esfuerzos que haga por mejorar su forma de proceder; es una manera de conciliar y a la vez de enseñarle que hay momentos y situaciones para aceptar y otras para negar.
Siempre con respeto: Amar no es siempre conceder; es indispensable fijarle límites y darle a entender que sus pataletas no serán aceptadas, pero teniendo en cuenta que aún es muy pequeño y que es imposible para él comprender todo y comportarse intachablemente. Por tal razón, hazlo sin gritos, sin agresiones físicas ni psicológicas, pero sí con todo el cariño del mundo y sin ofenderlo.
Nada de premios:“Si dejas de pegarme te doy un chocolate” o “cuando te calmes te compro el juguete”, son respuestas que de pronto te sacarán con rapidez de un apuro, pero a largo plazo tendrás más porque el niño entenderá que es la forma de actuar para lograr sus propósitos.
Explícale: Después de su enojo dile que comprendes su malestar pero no la manera de reaccionar y que siempre le prestarás atención pero cuando se tranquilice. Poco a poco comprenderá cómo manifestar sus deseos, tristezas, descontentos, miedos y todo tipo de emociones y sensaciones.
No lo abandones: La Academia Americana de Pediatría recomienda dos momentos en los que por ningún motivo debes alejarte de tu hijo ni ignorar su pataleta: cuando se torne violento y muerda, tire objetos o pegue patadas, por ejemplo, y cuando exista un riesgo físico o peligro latente, como estar muy cerca de una ventana, de escaleras y de la puerta de la casa y quiera salir corriendo. En estos casos no hay más opción que agarrarlo con firmeza y darle a entender con claridad que dichos comportamientos no serán tolerados
Para disminuir las pataletas se debe ir a la raíz y estimular o ayudar a madurar dichos componentes con la intervención de un profesional en fonoaudiología, terapia ocupacional o psicología. Según la doctora Ana María Lora, si nada justifica los berrinches, lo más probable es que se presenten porque al niño se le complace en todo y recibe gratificación inmediata a su necesidad o petición, por ambientes poco unificados entre las figuras de autoridad y sin consistencia entre las normas o límites dados por los cuidadores o porque los padres los refuerzan al concederle todo al pequeño tan pronto arma su pataleta.
Por tal motivo, recuerda que tu pequeño está en una etapa de formación, y que si aprendes a manejar bien este proceso de rebeldía reflejada en berrinches, lo estimularás para que en el futuro sea un niño autónomo, positivo y con capacidad para manejar sus emociones, frustraciones y triunfos.
FUENTE: ELEXPECTADOR.COM