Por: Candida Figuereo / DELAZONAORIENTAL.NET
Sin pretender usurpar el título de la película con el mismo nombre protagonizada por uno de mis actores favoritos, el octogenario Sidney Poitier, la realidad salarial del maestro dominicano dista de ser comprensiva.
No es comprensiva porque se trata de la persona que lleva al niño paso a paso por el camino del conocimiento, noción que marca la diferencia entre un sujeto intuitivo y uno racional.
Se trata de 55 mil docentes del sector público, cifra que algunos subrayan en 61,214, básicamente mujeres que solo en 18 provincias son el 75% respecto a los varones. En este caso usualmente juegan la triple función de educadora madre y padre en jornadas laborales que se extienden de la escuela al hogar.
La penuria económica que acompaña al maestro es una viva expresión de la condición en que vive, viste y calza. Esa escasez material no evita que cada día llegue positivo al aula a trasmitir su saber.
Las brisas de estos tiempos-que privilegia la educación con un 4%- soplan a su favor. El profesor sale cada día hacia la escuela con el aire del héroe oculto en la humildad para dar a cada alumno lo que no pocos llaman el pan de la enseñanza.
Es justamente esa enseñanza, complementada con la que debe ofrecer el padre y la madre en el hogar, la que moldea el tipo de ciudadano para un país con futuro. Así forja al joven que ve más allá de las narices, que es reflexivo y enorgullece su patria.
Ese maestro ha tenido en el aula hasta 60 alumnos. Usualmente se lleva las tareas de éstos para corregirlas en su hogar y además prepara las clases a impartir el día siguiente.
El alumno citadino- gracias al Internet- tiene más facilidad de VER por ejemplo lo que es una mata de café, cacao, plátano..o un sapo. El maestro aún se las ingenia para llevar material práctico donde ese sistema todavía está en veremos.
Además de su oficio, el profesor observa como están sus muchachos en las tareas y envía notas a los padres cuando observa una flaqueza. No en vano se dice que es el segundo padre.
En fin, la labor del docente desborda el aula y esa parte no se remunera. Igual situación alude un estudio del Departamento de Desarrollo Humano del Banco Mundial en 12 países latinoamericanos al indicar que “en 9 de las 12 muestras, los maestros sí ganan significativamente menos que otros participantes del mercado laboral con características similares.”
En nuestro medio, el caso de las maestras es más grave cuando tienen hijos sin un padres que responda a su deber y también carecen de techo propio. El maestro debe ser uno de los profesionales mejor pagados y disfrutar de un programa estatal de actualización permanente para afinar su calidad.
Todo el que pasa por las manos de un buen docente siempre le recuerda con gratitud, porque recibir sus enseñanzas y que el educador tenga que soportar todas las mojigatas de los alumnos no tiene precio, lo que hace que se vea siempre al maestro con cariño.