Miles de manifestantes en Berlín, París, Zúrich, Barcelona, algunas ciudades de Estados Unidos e incluso en Brasil salen a las calles, sin mascarillas y sin guardar la distancia social mínima, a protestar contra las medidas impuestas para controlar la pandemia causada por coronavirus.
Son los llamados movimientos antimascarillas o negacionistas del covid-19, que desde múltiples razonamientos, prejuicios o teorías del complot se enfrentan a las autoridades y desafían la lógica de las recomendaciones médicas porque simplemente creen que todo es fruto de una conspiración para restringirles sus derechos.
Las primeras manifestaciones de este tipo se presentaron en abril en algunas ciudades pequeñas de EE. UU. Respaldados por el discurso negacionista del presidente Donald Trump y por su afán de abrir la economía, salían, incluso armados, a exigir su derecho a la libre movilidad y al trabajo. En caravanas ruidosas recorrían las ciudades y llevaban gorras con la frase ‘Make America Great Again’, las mismas de la campaña de Trump a la presidencia.
Pero la más grande fue sin duda la que se dio a fines de agosto en Berlín, en la que unas 20.000 personas salieron a las calles e intentaron asaltar el Parlamento (Reichstag). El lugar, donde se reúnen los diputados alemanes en sesión plenaria, tiene una fuerte carga simbólica en Alemania. La sede y su célebre cúpula fueron incendiadas en 1933 por los nazis, en un acto destinado a poner de rodillas lo que quedaba de la democracia alemana de entreguerras.
Allí se reunió una muchedumbre variopinta integrada por militantes antivacunas, conspiranoicos, ciudadanos preocupados por las restricciones relacionadas con la pandemia, pero también, cada vez más, según las autoridades, simpatizantes de extrema derecha.
“Los símbolos nazis y otras banderas del Imperio no tienen cabida ante la Cámara de Diputados”, denunció el vicecanciller y ministro de Finanzas, Olaf Scholz. “Ver las banderas del Imperio ante el Parlamento es una vergüenza”, trinó el ministro de Relaciones Exteriores, Heiko Maas.
Entre los manifestantes interpelados ante la embajada de Rusia, donde también hubo disturbios, estaba una de las figuras del movimiento antimascarilla en Alemania, Attila Hildmann, que se ha dado a conocer como cocinero vegano y ahora miembro autoproclamado de la ultraderecha.
En los mismos días, en Londres, un millar de manifestantes, congregados en Trafalgar Square, pidieron el “fin de la tiranía médica”.
En París, 200 a 300 personas protestaron contra la obligatoriedad de la mascarilla. Sophie, una parisina de unos 50 años, acudió a manifestarse en “favor de la libertad de elegir”: “Soy una ciudadana que se opone a medidas liberticidas que no tienen ninguna justificación médica”, dijo.
Otro millar de personas se manifestaron en la ciudad helvética de Zúrich.
El promotor de la manifestación, Michael Ballweg, un empresario informático sin etiqueta política que encabeza el movimiento Pensadores no Conformistas-711, surgido en Stuttgart, describió el intento de prohibición de “ataque a la Constitución” alemana que defiende el derecho de expresión.
Sus partidarios protestan contra la “dictadura” de las medidas por el nuevo coronavirus, las cuales consideran un obstáculo para su libertad.