El diario católico oficial de los obispos italianos, Avvenire, informó que en un mes y medio, 100 sacerdotes católicos fallecieron a causa del coronavirus COVID-19 en el país; y que de estos, cuatro perdieron la vida durante la Semana Santa.
“Con los cuatro sacerdotes expirados hasta el momento durante la Semana Santa, el total ahora es de cien sacerdotes y religiosos diocesanos que hacían servicio pastoral en parroquias, a lo que debe agregarse la lista aún más larga (y todo lo que debe recabarse) de personas y monjas consagradas”, indica la publicación de Avvenire del viernes 10 de abril.
El centésimo sacerdote que perdió la vida por COVID-19 pertenece a la Diócesis de Pesaro. Se trata del P. Marcello Balducci, 61 años.
“Enfermo desde hace algún tiempo, pero aún activo en la Catedral, donde prestó atención pastoral. Durante mucho tiempo había editado el comentario sobre el Evangelio en el semanario diocesano ‘Il Nuovo Amico’”, recuerda Avvenire.
También se informa que la Diócesis de Bérgamo, la más afectada por el coronavirus, perdió 25 sacerdotes desde el inicio de la pandemia: “El último hasta ahora en orden de tiempo es el P. Luigi Rossoni, de 75 años”, indica el medio.
A lo largo de la nota informativa, Avvenire hace un recuento de los fallecidos, exponiendo sus nombres, edad y algunos datos sobre su vida pastoral. Además, resaltó cinco rasgos que tenían en común.
El primer rasgo es “la popularidad de nuestro clero”, porque “la mayoría de los sacerdotes murieron infectarse por permanecer entre la gente en lugar de pensar en salvarse, mientras que otros pocos estaban en casas de reposo”.
El segundo rasgo es la “ubicuidad” de la “presencia de comunidades en distritos de la ciudad, pero también en pueblos pequeños donde el sacerdote es el custodio de la memoria compartida, un participante en el paso del testimonio y los valores entre generaciones”.
El tercero es la “lealtad a un lugar, a menudo durante décadas: Hay párrocos que han permanecido en una comunidad durante casi 40 años”.
Otro rasgo es “la humildad de un estilo de servicio en la ocultación más absoluta, hasta la muerte en soledad”.
Finalmente, Avvenire dice que el último rasgo es la “preciosidad de presenciar que las personas los descubren como indispensables, especialmente cuando la distancia forzada, o la muerte, las priva de una persona que siempre es querida, cercana”.